
Nos empeñamos en que nuestro reflejo proyecte una imagen de la cual no somos dueños. Nos inspiramos en opiniones, posiciones y temores. Esa imagen que está ha sido creada bajo el concepto de que sea aprobada, jamás rechazada. Sí, alguna vez me he visto en ese espejo de la conciencia, la mayoría de las veces de reojo y con una mirada desenfocada. Ahora que he decidido plantarme y afrontar lo que veo, me decepciono. Soy una careta, una máscara que implora aceptación de los demás, jamás de mí misma. Por qué enfocarse en lo que hoy me parece semejante estupidez. Ante ese cruel espejo me despojo de eso que algún día armé y me expongo, con el sentimiento de que probablemente alguien aproveche la desprotección para aniquilarme. Ahí estaré esperando esa avalancha que llegará pronto. O quizás ya llegó. Ahí estaré, pero esta vez siendo yo misma, sin escudos, sin caretas y sin pretensiones.
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