Te encontré sin haberte buscado. Apareciste sin la menor presunción, sólo estabas allí. Fuiste tomando fuerza, como el cielo cuando se prepara para una tormenta, tu propósito era hacerte notar a como diera lugar. Y así poco a poco, fuiste tomando parte de ese amplio espacio, con sutileza, con picardía, con agilidad. Te apoderaste del lienzo y los pinceles. Ahora tú manejas la escena y la modificas a tu antojo. Soy un títere que está feliz de ser dibujado y desdibujado. Sin embargo, tu sigues caminando al costado del paisaje, sin notar el más mínimo detalle. Ahora hazte cargo del personaje que creaste… uno que necesita ser atendido, dibujado. Sólo tú. Abre los ojos.
sábado, 11 de septiembre de 2010
In-con-di-cio-na-li-qué?
Siempre creí estar conciente de lo que significaba la incondicionalidad. “Amar, entregar, respetar, confiar incondicionalmente”. Siempre la palabra funciona para cuando generamos beneficios en el otro: le amamos, le entregamos, le respetamos y le confiamos incondicionalmente. Al parecer es una línea que va en una sola, rotunda y contundente dirección, sin señales de regreso. ¿Aplica la palabra incondicionalidad para cuando tienes que ser amado, recibir, ser respetado y que confíen en ti? Aparentemente no, o por lo menos eso demuestran los momentos de la vida, y me refiero a todos, es sencillo voltear o enfocar la mirada en cualquier situación o relación para ver que la flecha siempre va en una sola dirección.
Es cuando me doy cuenta que los sentimientos no son una transacción económica donde generalmente ambas partes salen beneficiadas. Son mucho más complicados, de eso no hay duda. Quisiera entonces presionar un gran botón que hiciera desaparecer cualquier tipo de sentimentalismos y empezar a producir, a producir beneficios para mí. Porque si no los hay, ¿para qué seguir? Yo te amo, pero tú no. Yo entrego, pero tú no. Yo respeto, pero tú no. Yo confío, pero tú no.
Quizás venga alguna persona y diga: “todo eso se gana”, “eso se construye”, “las cosas no caen del cielo”. Permítanme que educadamente los mande a otro lugar. Puedes empeñarle el alma al diablo y dar todo lo que tengas. No servirá de nada. Piénsalo. ¿Cuántas veces has caído en el mismo círculo vicioso? Termina siendo agotador, te succiona y desperdicia. Gracias, pero ya no, gracias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)