lunes, 6 de febrero de 2012

Historia y punto


Esta historia surgió de un ejercicio de violencia creativa en clase.  Ni un minuto para pensar. Sonaba Ray Charles.

Un largo camino le quedaba por recorrer, un sendero con curvas, planicies, lleno a veces de flores y en ocasiones de maleza. Estaba sentada en el suelo, tomaba aire y miraba a lo lejos. Respiraba. Observaba. Asimilaba lo que estaba por venir.
Decidió levantarse. De un brinco estuvo de pie. Empezaba el camino. Sintió cómo sus pies tocaban la tierra, la escuchó crujir y deslizarce, le gustó. Sintió la brisa en el oido, se erizó. Sintió el sol calentándole la espalda. La empujaba hacia delante, sonrió.
Estaba sola, de eso se había dado cuenta hacía muchísimo tiempo, incluso antes de sentir la brisa, el sol y la tierra. ¿Sería así todo el sendero? Caminó, probó, empezó.
El árbol más próximo a ella le recordó a su infancia. Frondoso, de frutos rojos, de suaves hojas: amable, apetitoso. Era el mismo que solía trepar cuando niña. Se emocionó y lloró. En aquel, había conocido a su mejor amigo, también había reído y llorado al caer de sus ramas. Decidió recostarse en él y soñar como lo había hecho de pequeña… pero no recordó cómo. Se desplomó, luchó y dejó el tiempo atrás. 

¿Ya no podía soñar? No lo sabía, pero podía reír y lo comprobó. Siguió su camino. ¿Qué es el hombre sin sueños? Aún podía caminar y lo estaba haciendo. ¿Qué es la vida sin un sueño? Pararon sus preguntas y le vio, a lo lejos, le vio y vivió.
Intentó correr y no pudo. Intentó gritar y tampoco. Intentó parar los latidos de su corazón y el tiempo se hizo cada vez más lento hasta detenerse. Estaba ahí, le veía, le quería, le completaba, le veía y al mismo tiempo, le huía. 

Saber que quizás te encuetras en el camino equivocado puede hacerte elegir el que parece correcto de forma apresurada. Camuflajeado.
Soñaba, soñaba que sería increiblemente posible. No había algo en ese camino que ella no pudiera controlar, desde las raíces, hasta el sol, era ella quien hacía que las manzanas fueses azules y las fresas más dulces.
            Siguió acercándose, hasta que pudo fundirse con su reflejo.

Así salió de mi cabeza. Así se quedó

Bombo, caja, redoblante y platillo bailando sobre una baqueta de cristal. ¿Lo puedes imaginar? ¡Lo puedes lograr! Temporada de ciruelas y mamones ¡Quién lo diría!
Brilla el chocolate y si no lo hace, bótalo. No sirve para nada. Así es mi cabeza, ¿puedes manejarlo? Entonces salta del barco. Tengo ganas de viajar y una maleta repleta de cansancio. ¿Funciona?
Los zapatos no me aprietan, me quedan grandes, pero las medias siguen dándome calor. Sus besos los llevaré siempre en el alma, el corazón y en mi tatuaje en la nuca. ¿Te animas? Me queda sólo una hoja en esto…
Qué útiles los signos de puntuación, pero más útil es el bolígrafo que los escribe y aún más lo son tus besos de azúcar que sigo recordando. Ya no más carpetas de Cadivi. Hasta el final y llegamos al 2012. No se hable más. Yo quiero que lloren, pero los hago reir y eso, no se si está bien.
Me cansé de ser discípula, al fin. Ahora sólo me falta regresar a mi. Gracias por el descontrol, los espíritus se encargarán. Si me sale este negocio, se armó una limpia. Si no, se tendrá que disfrutar el sucio. El humor no para.
Dolor de mano y dolor de ojos. Hambre y sueño y el día no terminará nunca. Repito, activa pero molida. Divina se quedó durmiendo en casa. La cantante calva y soy la loca con pijamas a la que no se le acaba la tinta. Ché, boludo, pero no me digas frijolero.
Ya no soy la culpable pero igual pago condena. Absurdo. ¿La culpa mata? Búscala en un vivero. Stop.